Stuart Dahlquist vive en Seattle y nunca imaginó que podría ser amigo de una familia de cuervos que se mudó al lado de su casa. A él le encantaba escuchar el canto de estos animales, y un día logró darse cuenta de que algo no estaba bien.
Stuart dijo a The Dodo:
«Esta particular familia de cuervos ha estado merodeando por nuestra casa, supongo que desde hace unos cuatro años. Habían anidado en un gran abeto de Douglas en el patio delantero y podíamos escuchar a los bebés cuando los adultos los alimentaban».
Familia de cuervos le agradecen al hombre que los ayudó

Cuando este hombre fue a ver lo que sucedía, ambos polluelos habían caído de su nido, ellos no podían volar y sus padres graznaban mientras corrían por el patio. Stuart decidió ayudarlos y puso un poco de agua y comida por si nuevamente caían del árbol.
Después de lo ocurrido los cuervos parecían prestar más atención a Stuart y a su familia. Ellos tienen la extraña habilidad de reconocer los rostros de las personas que son consideradas amigos o amenazas.

Stuart siguió dejándoles comida sin esperar nada a cambio, pero los cuervos decidieron ofrecerle un regalo para agradecerle.
Él dijo:
«El primero fue un poco confuso. Estaba justo en el medio del área donde tiré su comida. Lo noté de inmediato porque soy un poco sensible al hecho de que la basura vaya a donde pertenece, pero la lengüeta enroscada en la ramita de abeto, no era normal así que la guardé».

Al siguiente día, este hombre encontró que en otra ramita del árbol tenía otra lengüeta de una lata de soda y se dio cuenta de que eran los cuervos quienes le estaban dejando estos peculiares regalos allí.
Él ya había ayudado a varios cuervos en oportunidades anteriores y nunca le habían expresado su gratitud de una manera tan explícita.

Stuart dijo:
«Me tomó un par de días para darme cuenta de lo increíble que era. No solo nuestros cuervos dejaban regalos, sino que habían creado algo más allá. Era la elaboración».

La relación entre Stuart y esta familia de cuervos se ha fortalecido desde entonces, ellos aveces siguen su camino cuando él sale a caminar.
«El macho adulto es muy amable y vuela a veces a unos pocos pies, bajando en picada para decir: ‘¡Aquí estoy!'».