Cuando los rescatistas encontraron a Pippin, su cuerpo estaba cubierto de arañazos y su cara estaba sucia. Apenas levantaba la cabeza, y sus ojos se veían muy apagados y cansados. Solo una mirada se necesitó para saber lo solo y deprimido que estaba Pippin.
En 15 años, el burro ya había sido vendido y cambiado a una docena de casas diferentes a lo largo de los años, y era probable que, después de todo ese tiempo, nunca hubiera tenido un amigo.
Laura Llácer, cofundadora del Santuario Compasión Animal, un santuario en Valencia, España, dijo a The Dodo:
«Un trabajador de la tienda donde compramos los alimentos para los animales nos contó acerca de un hombre que quería deshacerse de un burro.Cuando vimos su foto, fuimos por él. Él no estaba bien en ese lugar».

Pippin estaba en un pequeño corral, y su dueño le dijo a Laura que había tratado de escapar recientemente, así que quedó atrapado bajo la puerta y por eso terminó lastimándose.
Laura dijo:
«Cuando estaba subiendo al remolque, vimos su tristeza y resignación. Lo que más nos conmovió fue que esta era la decimotercera vez que cambiaba de hogar. Le prometimos que nunca más tendría que despedirse».

Pippin era bastante asustadizo debido a su vida anterior. Cada vez que sus cuidadores trataban de barrer cerca de él, se asustaba y corría lo más lejos posible, como si una vez lo hubieran golpeado con la escoba. También se ponía muy nervioso si tocaban sus orejas.
Además de sufrir negligencia emocional, el cuerpo de Pippin también necesitaba tiempo para sanar. Sus pezuñas estaban muy maltratadas y sus músculos estaban débiles debido a la mala alimentación y no tuvo suficiente espacio para hacer ejercicio.

Pero a pesar de todo lo que había pasado, Pippin era tan dulce con sus cuidadores, y se quedaba quieto durante minutos recibiendo caricias. Pero lo que más le gusta a Pippin son los besos.
Laura dijo:
«Desde el primer momento en que Pippin nos recibió, fue cariñoso con nosotros, tratando de llamar nuestra atención. Nos llamaba cuando nos veía para que viniéramos a verlo».
Poco a poco, Pippin comenzó a formar un vínculo especial con su cuidador, Alberto Terrer, cofundador del santuario. El hombre se propuso acariciar y besar a Pippin a diario, y Pippin lo acariciaba con la nariz.

Laura dijo:
«Sobre todo, tiene un vínculo especial con su cuidador Alberto. Siempre busca recibir besos y caricias de él».
Ya ha pasado más de un año desde que fue rescatado Pippin, y se ha vuelto más cariñoso con Alberto y con sus nuevos amigos. Pippin ama los voluntarios del santuario, a los otros burros y las vacas. Los ama casi tanto como a él le encanta comer manzanas, su nueva merienda favorita desde que llegó al santuario.

Pippin sanó tan rápido, que sus rescatistas acreditan a una cosa por su sorprendente recuperación: la compañía.
Laura añadió:
«Tuvo que pasar los primeros meses mientras se recuperaba lejos de los otros burros, a quienes veía jugando desde lejos. Cuando finalmente se conocieron, Pippin fue muy afectuoso con ellos… Como si fueran los amigos que siempre había querido tener».

No cabe duda que este burrito es muy feliz ahora, y esperamos que lo siga siendo por muchos años más.
Si deseas ayudar al Santuario Compasión Animal, para que siga ayudando a más animales como Pippin, puedes hacer una donación.