La estatua de bronce de Sallie Ann Jarrett, una perrita American Staffordshire terrier, que se encuentra en la base del monumento al 11° Regimiento de Infantería Voluntaria de Pensilvania, en Gettysburg National Military Park, es un reconocimiento a su valentía.
La perrita yace pacíficamente sobre una piedra con la cabeza apoyada sobre sus patas y sus ojos atentos mirando hacia el campo de batalla. La misma zona donde alguna vez luchó hace más de 150 años, y por ello las personas le agradecen por su gran valor.
Hasta el día de hoy, visitantes de todo el mundo aún le rinden homenaje y dejan golosinas, huesos y juguetes a los pies del monumento.
La gente continúa dejando regalos en el monumento de esta perrita

Sallie se unió a la 11th Pennsylvania cuando solo era una pequeña cachorra, y desde ese momento se convirtió en la mascota oficial.
Christopher Gwinn, jefe de educación del parque militar, dijo a The Dodo:
«El regimiento estaba en campaña activa durante el otoño de 1862, y ahí es donde se encontraron con la perrita. Fue un caso en el que el perro sigue al regimiento mientras marcha».

Sallie se convirtió en la psicóloga personal de los soldados, les ofrecía compañía y consuelo mientras soportaban las difíciles condiciones de la guerra. Se volvió un miembro indispensable de la unidad militar y los acompañaba a cualquier lugar sin importar los riesgos que pudieran encontrar en el camino.
Christopher agregó:
«Se decía que la perrita solo ladraba a tres cosas: mujeres, rebeldes y demócratas. Por supuesto, en la década de 1860, Lincoln era republicano, por lo que los demócratas estaban en el lado opuesto del espectro ideológico y político».

Sallie era tan fiel a su unidad militar que los seguía hasta el campo de batalla y tomaba su posición al final de la línea de fuego. Durante la batalla de Gettysburg, Sallie se unió a su equipo como solía hacerlo, pero las cosas empeoraron y se vieron obligados a retirarse.

Debido a este proceso de retirada, la perrita se extravío y todos los soldados temían lo peor y pensaban que probablemente estaba muerta.
Sin embargo, al final de la épica batalla de tres días, los hombres de la unidad militar pudieron regresar a la zona donde empezó la guerra, con el propósito de poder enterrar a sus compañeros caídos, pero allí encontraron a Sallie esperando pacientemente, cuidando los cuerpos de sus amigos.

Christopher dijo:
«Ella no abandonó el campo de batalla, se quedó con ellos. Los hombres que lucharon en Gettysburg siempre recordaron que ella nunca los abandonó».

Aunque la perrita estaba muy débil, se negaba a abandonar su puesto en la unidad militar y continuaba luchando al lado de sus compañeros. Y así lo hizo hasta que lamentablemente la asesinaron en la dura batalla de Hatcher’s Run en febrero de 1865.
Los soldados la amaban tanto que pararon en medio de la batalla para enterrar a Sallie, sin importar el fuego cruzado del enemigo.
Desde ese momento se convirtió en una heroína del regimiento, y cuando llegó la hora de diseñar su monumento todos querían que tuviera su imagen real.

Desafortunadamente, las directivas del parque militar no aprobaron la petición de los veteranos de guerra y no permitieron ni siquiera su nombre en la estatua. Por esa razón, hasta el día de hoy la verdadera identidad de la perrita del monumento sigue siendo un secreto de información privilegiada.
No obstante, el monumento hecho en su honor sigue siendo un verdadero reconocimiento a su sacrificio, lealtad y devoción por sus compañeros militares.

Christopher agregó:
«Creo que es una forma de honrar a perros como Sallie. Creo que es una muestra de respeto, un gran recuerdo».
Las personas parecen pensar lo mismo, por eso cada vez que visitan el monumento dejan una golosina u objeto para rendir tributo a la lealtad de Sallie.